Tus manos
pintadas en los confines de mi piel.
Tus labios
tatuados en mi rostro.
Tu mirada
incrustada como piercing.
Tu voz
navega en mis oidos
como el Holandes Errante.
Y tu sonrisa de bandolera
ilumina mis oscuridades.
Cuando tus lágrimas
fertilizan tus mejillas
tu rostro parece de santa.
Y te conviertes de pronto
en una constelación lejana, distante.
Pero mia.
Y agradesco a la suerte,
a los hados y al destino
el compartir los minutos
uno a uno contigo.
Marzo-2006
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