miércoles, 10 de febrero de 2010

La Otra Opción


De pronto sentí el deseo,
de navegar en un rio de mi sangre,
de ver bocas vomitando en mis muñecas;
de sentir el frio filo en mis venas.

De pronto sentí el deseo,
de que mi carne comulgara con el acero,
de contar las vueltas de mis intestinos;
de conocer personalmente a mis entrañas.

De pronto sentí el deseo,
de que el plomo llevara ideas nuevas a mi cerebro,
de abrir una claraboya en mi sien;
de conocer el hogar de mi conciencia.

De pronto sentí el deseo,
de enfrentarme cara a cara al tren,
de saber si puedo volar
y si el gas se puede respirar.

De pronto sentí el deseo,
de dormir y no despertar,
de conocer el juicio final;
de cubrirme de oscuridad.

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